Las autoridades debieron recurrir a crematorios a cielo abierto debido a la cantidad de defunciones diarias. Su única esperanza es la campaña de vacunación interna. Video.
Hasta hace solo unos meses, India, el segundo país más poblado del mundo, recibía elogios por su gestión de la pandemia; sin embargo, desde marzo la potencia asiática se hunde cada vez más en una segunda ola empujada por una nueva cepa y una relajación de las restricciones que colapsó los hospitales, provocó una desesperante escasez de oxígeno y puso en jaque a una sociedad en la que el distanciamiento social es a veces impracticable.
Con más de 19,1 millones de casos y 211.853 muertos, esta crisis, que nadie sabe si está cerca de tocar fondo o si aún puede empeorar mucho más, no solo preocupa en el mundo porque uno de cada seis personas en el planeta vive en India, sino porque, además, el país es uno de los principales productores de vacunas contra el coronavirus y decidió frenar la exportación de dosis para acelerar la inmunización interna y ralentizar la transmisión del virus en un territorio apenas 15% más extenso que Argentina, pero con una población 30 veces más grande.
"India había mantenido la situación muy bien en términos relativos con otros países del mundo. En gran parte se debió a un muy severo confinamiento y medidas que el Gobierno central tomó durante el año pasado. El país estuvo alrededor de cinco meses paralizado y eso tuvo también un costo económico. Sufrió un derrumbe de su PBI, el más grave desde su independencia", contó a Télam el embajador argentino en ese país, Hugo Gobbi.
En India, viven alrededor de 300 argentinos. La delegación diplomática sigue de cerca varios contagios de conciudadanos, por ahora todos leves, excepto uno que se encuentra internado.
La opinión generalizada entre expertos y organizaciones internacionales es que India había controlado con relativo éxito -especialmente viendo otros países como Estados Unidos, Brasil y las principales potencias europeas- la primera ola el año pasado, cuando el mayor pico de contagios no superó los 100.000 casos diarios. Hoy ese número se cuadruplicó.
Federico Jarast es un profesor bonaerense de Derecho Internacional en la Universidad O.P. Jindal Global en la ciudad de Sonipat, a unos 45 kilómetros de la capital, Nueva Delhi. Tiene 33 años, vive allí desde mediados de 2019 y aún recuerda "la situación humana extremadamente dura" que se vivió el año pasado cuando el Gobierno de Narendra Modi impuso una estricta cuarentena.
"Juntamos bolsas de comida porque la gente se estaba muriendo de hambre. Alrededor del 60% de la población en este país vive de la actividad agrícola. Hay mucha cosecha manual y, por eso, hay trabajadores golondrinas que viven del día a día. El año pasado, terminaron la cosecha y con la cuarentena no se podían mover para volver a sus hogares o tomar un nuevo trabajo. Eso también significó que no tenían para comer, fue dramático", relató a Télam.
Según cifras de la ONU, la pobreza creció el año pasado y alcanzó a las 260 millones de personas, casi el 20% de la población.
"A los dos meses relajaron la cuarentena y dejaron que vuelvan a sus pueblos o ciudades. De repente vimos a miles de personas caminando bajo el sol, con muy altas temperaturas, por las rutas volviendo a sus hogares, con los pies quemados y sin más pertenencias que lo que llevaban puesto", agregó.
Para Sebastián Cutrona, otro joven profesor argentino de la Universidad O.P. Jindal Global, en ese momento las autoridades indias cometieron un primer error grave que hoy siguen pagando.
"Cuando se terminó la cuarentena, miles y miles de personas abandonaron los centros urbanos y volvieron a sus hogares en pueblos y ciudades más pequeñas sin ningún control. Ahí el virus llegó a lugares del país donde antes no había llegado", contó el profesor especializado en crimen organizado, drogas y seguridad en América Latina, y exconcejal radical en su La Rioja natal.
Desde ese momento y con el aval de los números moderados de la primera ola y de análisis que destacaban de los beneficios de una población mayormente joven, rural y con supuesta alta tolerancia a enfermedades, tanto la población como las autoridades se relajaron.
Se habilitó el turismo dentro del país, se empezó a vacunar en febrero pero no usando toda la capacidad productiva nacional porque Modi vendió o donó al exterior más de 70 millones de dosis en los primeros tres meses del año, y hace solo unas semanas más de cuatro millones de fieles participaron en el festival religioso hindú de Kumbh Mela en la vera del rio Ganges, sin respetar ningún tipo de precaución.
Además, desde finales de marzo hasta el jueves pasado la provincia de Bengala Occidental, en el este del país, donde más de 75 millones de personas viven en un territorio similar a Corrientes, realizó sus elecciones sin restricciones.
"Pese a lo desesperante de la situación actual, no existe una verdadera consciencia de la enfermedad. La gente nunca se cuidó, no existe el barbijo ni el distanciamiento social...y ahora el virus está golpeando directamente a los jóvenes. Los chats de compañeros de trabajo se convirtieron en chats de difusión para pedir oxígeno o para donar anticuerpos. Alrededor del 30% de mis alumnos están contagiados y muchos muchos profesores también", contó Cutrona, quien destacó que la universidad en la que trabaja es privada y un ámbito dominado por la clase media-alta o alta.
Hace solo un mes y medio, justo antes de la escalada de contagios, le tocó estar dentro de un hospital. Nació su primer hijo y la escena lo sorprendió.
"Ninguno de los médicos, enfermeros o autoridades del hospital usaban barbijo", dijo aún asombrado y destacó otra anécdota más actual, de esta semana: "Fui a la farmacia y había 80 personas adentro, ninguna con barbijo. Además, acá no existe la idea de espacio personal como estamos acostumbrados nosotros, si a eso se suma el contexto actual de la pandemia, es desesperante".
Y un dato que empeora la situación es que India está entrando en su verano, no el invierno, la temporada que suele agravar el brote de coronavirus en el mundo.
Desde la capital, el periodista indio Neeraj Thakur contó a esta agencia que las autoridades no solo tuvieron que imponer una cuarentena hace dos semanas, sino que además acondicionaron estadios y hoteles, incluso de lujo, para sumar camas con oxígeno y respiradores.
A diferencia del año pasado, cuando la gestión de la pandemia la concentró el primer ministro Modi, ahora el Gobierno central entregó esa responsabilidad a los estados, explicó el periodista.
La capital Nueva Delhi por ejemplo anunció hoy que extenderá el confinamiento que rige actualmente debido a la multiplicación de contagios.
"Se habla de que los casos empezarán a bajar con suerte recién entre el 10 y el 15 de mayo. Todavía falta. Hay muchas personas muriendo en las calles por falta de oxígeno y no es un problema de pobreza solamente, hay mucha gente con dinero y recursos muriendo también. La situación general es terrible", describió Thakur.
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